martes, septiembre 12, 2006

Me he caído dentro de una novela.

Y todas las señales indican que tardaré un tiempo en salir.

Todo empezó el año pasado, una idea para una historia que me pareció interesante y con la que empecé a jugar mientras me dedicaba a otras cosas. Escribí las primeras páginas a lo largo de varios meses, con calma, sin agobios; dándole vueltas de cuando en cuando en la cabeza, dejándola madurar y hasta en un alarde de responsabilidad tomando notas sobre situaciones, tramas y personajes —y hasta dibujando un mapa, manda narices—.

En abril ya me puse las pilas de verdad. Mi primera intención era tenerla terminada para después del verano y, tras un pequeño respiro, meterme con la segunda parte de “La casa de la Colina Negra”. Y de nuevo ha quedado demostrado que soy un desastre elaborando calendarios y esta vez no ha sido por relajación o por uno de mis ataques habituales de holgazanería. La novela se me ha disparado, mi previsión inicial era la de escribir una novela de una longitud moderada, del estilo de la casa de la colina poco más o menos, pero si soy malo elaborando calendarios ya ni cuento lo pésimo que soy haciendo previsiones… Ahora mismo llevo cerca de trescientas páginas y aún faltan personajes de peso por aparecer. Esto va para rato…

Por diversos motivos de carácter práctico, en cuanto vi que se disparaba pensé en detenerla. Aparcarla un tiempo, escribir algo más breve y retomarla después. Pero nada, imposible, no he podido hacerlo; no me ha quedado otro remedio que mandar a freír puñetas a mi sentido práctico —y eso es algo que sí se me suele dar bastante bien—. Y lo he hecho, más que nada, porque hacía muchísimo tiempo que no disfrutaba tanto escribiendo. Desde los tiempos de “Lilith, el juicio de la Gorgona y la Sonrisa de Salgari”, el relato que supuso mi vuelta a la escritura después de varios años de sequía. Escribir esa historia fue como montar en un carrusel enloquecido, un constante dejarse llevar en un estado de maniática ensoñación. Y ahora la sensación es la misma: disfrute, plenitud, diversión y algo de locura.

No sé dónde me llevará esta novela ni qué será de ella una vez esté terminada, pero ahora mismo no me preocupa mucho. Voy a disfrutar el viaje, luego ya veremos qué pasa.