viernes, febrero 10, 2006

La casa de la Colina Negra

Y ya está aquí, al fin.

El miércoles 15 de febrero se pone a la venta “La casa de la Colina Negra”. Podría escribir otro libro contando todas las circunstancias que han rodeado a esta novela desde el momento en que me puse a escribirla, hace más tiempo del que quiero recordar, hasta verla ahora editada en Alfaguara. No ha sido un viaje fácil, pero ha merecido la pena. Desde hace tres años esta novela me ha acompañado en lo bueno y en lo malo, reconvertida en una suerte de compañero de viaje que a la par era sueño y deseo.

Y ya está aquí.


El texto de la contraportada:

Un día, un grito pavoroso estremece la casa de la Colina Negra desde los cimientos hasta el desván. Es el anuncio de que el tiempo del terror, el tiempo de las pesadillas, está llamando a la puerta…

El comienzo:


UN TIBURÓN EN LA PISCINA

En la piscina había un tiburón blanco.

Había aparecido poco antes del amanecer, cuando todos los de la casa dormían. Primero el agua se agitó y burbujeó, como si se hubiera puesto a hervir; luego las burbujas se fueron uniendo unas con otras, dibujando la tosca figura de un pez enorme. Pocos minutos después, un gran tiburón blanco nadaba en la piscina y lo hacía con tal naturalidad que daba la impresión de haber estado ahí toda la vida.


jueves, febrero 09, 2006

La lista de manías

He sido contagiado por Juanma para realizar este ejercicio de introspección personal y listar cinco de mis manías. Se supone que debería elegir a otros cinco blogeros para continuar así la infección, pero me voy a portar bien -además que casi todo el mundo lo ha hecho ya-. Vamos a ello:

1−Cuando no puedo dormir me relajo con grabaciones de lluvias y tormentas, no importa su intensidad. Casi siempre cumplen su cometido y acabo dormido. Durante un tiempo hice probaturas con otras grabaciones de sonidos naturales, más que nada por variar. Los sonidos selváticos no terminan de funcionar, escuchar como las más diversas criaturas corretean y graznan a tu alrededor no es lo que se dice muy tranquilizador. Los marinos sí, pero hay que ir con cuidado. Es muy relajante quedarte dormido al arrullo de las olas, sí, pero cuando de pronto comienzan a graznar las gaviotas o, lo que es peor, suena la bocina de un barco que parece encallado en tu mesilla, los ojos se desorbitan y el corazón se dispara.

2−Vértigo y pánico a volar. La mera idea de montar en avión me produce escalofríos. Es curioso, pero hace años no tenía ese problema. La edad debe haberme vuelto sensible a la altura. Algún día me enfrentaré a esta manía, supongo… O quizá espere a que inventen el teletransporte…

3–Absoluta y marcada dispersión. Soy multitarea pero en el mal sentido, puedo estar metido en mil follones a un mismo tiempo y eso, al menos antes, se notaba: las cosas no avanzaban como debían. Con el paso del tiempo he mitigado el efecto de dispersión: procuro meterme en menos berenjaneles, focalizo los proyectos importantes y relego a un plano secundario el resto −por eso sólo escribo entradas por aquí de manera ocasional−.

4−Tengo libros que sólo leo en momentos muy determinados. Por poner un ejemplo, hay libros que sólo leo cuando hay tormenta −tormentas reales, no de las que tengo grabadas, eso sería hacer trampa− Ahora mismo es “Felices pesadillas”, la antología de relatos de terror de Valdemar. En más de un año sólo he avanzado 287 páginas, así que dado su grosor creo que tendré libro de las tormentas durante mucho tiempo −el siguiente en la pila tormentosa es “Malos Sueños” la segunda antología de Valdemar−

5−Soy supersticioso, y aunque no llego a extremos exagerados sí tengo una curiosa costumbre: toco madera de cuando en cuando, aunque nada me haya dado motivo para hacerlo. Si voy por la calle es normal que me desvíe como el que no quiere la cosa y le de un par de palmadas a un árbol. Tap tap y adelante. Toco madera de serie, por expresarlo de algún modo.

Y tengo muchas más, pero me las callo.