domingo, diciembre 25, 2005

Mapas

Estoy dibujando un mapa.

Ha sido prácticamente sin querer, casi un accidente. Estaba escribiendo y de pronto quise hacerme una idea gráfica del entorno en el que se van a mover los personajes… Y cogí un folio y me puse a dibujar casitas. Y luego varias montañas –en un alarde artístico adorné sus cumbres de nubes y puse un pedazo de sol entre dos picos– y un castillo oscuro, y más casas y una torre, y un lago y… El dibujo en sí mismo es horrible; la perspectiva brilla por su ausencia y las casas tienen más aspecto de paquidermos agonizantes que de edificios, pero aún así se trata claramente del bosquejo de un mapa. Lo iré ampliando a medida que vaya escribiendo la novela….

Los mapas siempre me han encantado. Sobre todo los antiguos. Esos de colores chillones, que estaban medio vacíos porque el mundo estaba aún a medio descubrir; con sus “Aquí hay monstruos” y sus “Terras Incognitas” desperdigados por todas partes. Esos mapas tienen para mí un punto nostálgico, un deje de maravilla perdida. Poco a poco los hemos ido completando y hemos llenado casi todos los huecos. Apenas quedan ya “Terras Incognitas”, cada vez hay menos sitios donde los pobres monstruos puedan subsistir dignamente.

Pero quedan otros mapas que siguen conservando la magia: los mapas del tesoro de las historias piratas, con sus aspas negras marcando el lugar y sus serpientes marinas adornando los mares; los mapas de lugares que no existen y que por lo tanto nunca podrán ser cartografiados al cien por cien; los mapas en piel ajena, tan divertidos de trazar... El mapa que describió Borges en “El rigor de la ciencia” que “tenía el tamaño del Imperio y coincidía punto por punto con él.”; los mapas en los que me perdía en mis tiempos de indómito rolero –lo confieso: fui adicto al Runequest durante mucho tiempo–. Y los mapas de los libros, por supuesto.

Recuerdo que la primera vez que leí “El Señor de los Anillos” –¿con catorce años? ¿quince?- no podía evitar desplegar el mapa cada poco tiempo para ubicar allí los lugares donde transcurría la acción. Era genial detener la lectura para dar un marco a la historia, aunque fuera mínimo, y ver por donde iban peregrinando esos hobbits –y sembrar mentalmente de cepos y minas los lugares por donde deambulaba mi muy odiado ya en aquel tiempo Tom Bombadil–.

Para mí, el mapa de “El Señor de los Anillos” era tan parte de la narración como las mismas palabras de Tolkien. Daba otro peso a la historia, un aura de engañosa y magnífica realidad, de coherencia... Han sido pocos los mapas que me han transmitido eso, ese formar parte de verdad la historia y no ser un añadido superfluo. Que yo recuerde, sólo me ha sucedido en otras tres ocasiones: con “La colina de Watership” –¡Avellano! ¡Quinto!-; con los de las novelitas de Conan el bárbaro –otro vicio de juventud–; y en el momento presente, con los que acompañan a los volúmenes de “Canción de Hielo y Fuego” que George R.R. Martin –que los ángeles y los demonios le guardan le salud muchos años– tiene a bien regalarnos de cuando en cuando. No recuerdo más libros en los que los que sintiera que los mapas vinieran al caso.

Nunca hasta ahora, una de mis historias me había pedido un mapa. No sé si al final se convertirá en algo superfluo y tendré que prescindir de él, pero de momento lo que tengo claro es que lo voy a llenar de indicaciones de “Aquí hay monstruos” de arriba abajo.

8 Comments:

Blogger Isi said...

Oh, los mapas siempre confieren verosimilitud a la historia, cierto es. Yo de canija me quedaba embobada mirando todos los detalles de los esbozos de Tolkien, todavía a veces lo hago.

http://www.anarda.net/tolkien/mapas.html

Y me parece muy bien que todo esté lleno de monstruos, son más carismáticos que los humanos :D

12:04 a. m.  
Blogger Cotrina said...

Lo que necesitamos es una "Guía Michelín de lugares fantásticos"

2:27 p. m.  
Blogger Ramón Masca said...

¿Pero es que alguien entiende de qué leches iba Tom Bombadil? Y mira que me he leído y releído el Silmarillion... ¬¬

5:21 p. m.  
Blogger Morgana LeFey said...

VE CON CUIDADO. ES MUY FACIL PERDERSE DENTRO DE UN MAPA Y NO ENCONTRAR EL CAMINO DE REGRESO...

6:38 p. m.  
Blogger Cotrina said...

Pues no sé, Javier, a mí tanto Baya de Oro como él me resultaban insufribles. Cuando me enteré de que Peter Jackson iba a pasar de ellos en las películas, me llevé una alegría -más o menos la misma que me llevé al enterarme de que también se iba a saltar el capítulo del saneamiento de la comarca, el final más anticlimático de la historia...-

Y da igual que tenga mapas o no, Morgana, yo siempre estaré perdido. Es genético.

10:23 p. m.  
Blogger Ramón Masca said...

Coincido contigo en que Jackson hizo bien fusilándose algunas cosillas, pero lo que yo nunca podré perdonarle es que se saltara el prólogo dedicado a la historia de tabaco para pipa en la Comarca...

10:56 p. m.  
Blogger Juanma said...

Suscribo: de mayor quiero escribir la Guía Michelín de la Tierra Media y la Guía Michelín de los Siete Reinos y forrarme. :-)

Como buen estudiante de Geografía e Historia que fui, los mapas siempre han ejercido una atracción sobre mí. Me inventaba países y dibujaba sus mapas y los planos de sus ciudades importantes. Cuando era pequeñito me dejaba perder en el interior de los atlas que había por casa (y sigue habiendo muchos, de todas las épocas, físicos, políticos, mudos...). La cartografía del mundo real era mucho más evocadora para mí que las de los lugares fantásticos, y buena parte de la culpa de que me gusten la literatura fantástica y la historia vienen de aquellas tardes perdidas entre atlas y más atlas. En un atlas de Selecciones del Reader's Digest venía una cartografía muy completa de la Luna, y puede que de allí pasara a escribir ciencia ficción (y luego a leerla).

Ahora bien, lo de que todos los mundos fantásticos vengan con mapita me está empezando a cargar. Estoy más con Sapkowski, cuando decía que no quería poner mapas porque prefería que el lector se imaginara los mundos en los que se movía Geralt... aunque mira tú, los últimos libros de la serie ya vienen con mapa.

5:17 p. m.  
Blogger Cotrina said...

La mayoría de los mapas en la literatura fantástica no suelen aportar mucho, es cierto. El de Poniente me parece fantástico por el juego que da desde el punto de vista estratégico. Da gusto mirarlo y ver sobre papel las canalladas que prepara Martin –o te pones a jugar al juego de tablero y te dedicas a planear las canalladas tú mismo– Tolkien se pasó toda su vida creando un mundo y en el mapa se nota, también es de los que funciona perfectamente en conjunción con la historia. Pero es que es muy difícil encontrar otros casos parecidos a estos, la mayor parte suelen ser adornos fútiles más o menos bonitos y completamente prescindibles.

Y más que una Guía Michelín de los Siete Reinos, lo que haría falta sería una "Guía de Supervivencia Básica: Lugares a Evitar, Gente a la que No dar la Espalda y las Mil y Un Maneras en las que puedes perder la Cabeza si te despistas."

10:26 p. m.  

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